Huracanes, Nevadas y Nudos.
3 Principios para salvar un matrimonio
Por José Efraín Rodríguez Agosto
Todos los Derechos reservados. ©2016 Encuentro de Familia
Que grato es estar ilusionado. El compartir la vida con alguien mas nos hace sentir afortunados. Esas primeras etapas en la relación de pareja están matizadas de ideales, mas al llegar la etapa de maduración, se inicia un encuentro de realidades que anuncian días tempestuosos. Dentro la relación de pareja, nos enfrentamos a los retos emocionales, físicos, profesionales y económicos que nos exilian a zonas de mucha presión. Son estas temporadas las que arrancan hacia la luz nuestra verdadera personalidad y hasta las fibras endebles del carácter. Los que pasamos por ese valle inundado por la lluvia torrencial de las contiendas, sentimos que el agua nos ha llegado hasta el cuello. Nos llenamos de angustia, llegando a pensar que el amor morirá ahogado y nuestra relación con el.
Así mismo es para aquellos de vivimos en el trópico, existe una época en el año donde la amenaza de los huracanes no falta. En 1989, el Huracán Hugo fue un devastador huracán categoría 5 que impactó a Puerto Rico. Uno de los mayores golpes lo sufrió el Bosque del Yunque que fue arrasado. Pero los científicos que examinaron la zona encontraron algo muy interesante. Los árboles llamados Tabonucos habían resistido el embate de los vientos, perdieron pocas ramas mientras que otras especies sufrieron severamente. Entonces surge la pregunta: ¿Qué hizo que este árbol superara las peores condiciones? La respuesta es asombrosa; estos árboles se han desarrollado a tal nivel que crecen en parejas y sus raíces se entrelazan en la profundidad del terreno. Este trabajo en equipo les dota de un poder de anclaje y unidad que ni un huracán con vientos sostenidos de 260 km/h pudo tirarlos al suelo.
Leamos lo que dice el siguiente verso: Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas (Eclesiastés 4:9-10 NTV).
Otras traducciones de este texto hablan de trabajo en conjunto. Por un instante imaginemos que nuestra relación matrimonial se quebró. Las causas son variadas, puede deberse a muerte, separación, enfermedad o incluso por un trabajo demandante, entre otras. Aunque no hay dudas que existen personas que se han superado por su determinación, suele ser difícil manejar solos todas la situaciones que nos pueden surgir a diario. A pesar de nuestra realidad actual, si no estamos solos, significa que una mano amiga está junto a nosotros trabajando en alguna área. Eso nos permite levantarnos unos a otros.
Esto no significa que estemos en roles que nos gusten, pero si en los que son necesarios por una temporada. El éxito en la relación se debe definir por el carácter de ambos integrantes, al hacer un mutuo esfuerzo por permanecer unidos, así como el árbol Tabonuco. Mi esposa y yo en unos meses cumpliremos nuestro aniversario número quince. Les comparto la misma noticia que yo recibí; el amor no muere, se renueva para anclar y entrelazar las raíces entre la pareja. El matrimonio es una empresa dinámica, siempre y cuando estemos dispuestos a impulsar los cambios, las diferencias que surjan nos harán más consientes de la verdadera identidad de cada uno, entonces el valor del amor será genuino.
El tabonuco es un árbol siempre verde, es grande, y llega a medir hasta 120 pies de altura. Se estima que su vida puede extenderse hasta los 400 años de edad. No rompamos el vínculo, nuestras relaciones tienen la capacidad de ser duraderas. Tengamos calma y reconozcamos que hacernos fuertes requiere entrar en los procesos. “Ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle”. Así dice el texto anterior.
En Eclesiastés 4:11 (NTV) continua exhortándonos: Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden brindarse calor mutuamente, pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor?
Cuando una persona ha estado expuesta a bajas temperaturas por una nevada, entrar en contacto corporal con otro ser humano le puede salvar la vida. El contacto frecuente estimula una relación cálida, que con una buena dosis de respeto y comprensión teje lazos de confianza. Lograr intimidad no es sólo acostarse en la misma cama o tener contacto sexual. La demanda es mucho más imponente, y lleva como nombre compenetración. Es hablar de forma honesta sin herir, es escuchar prestando total atención, es comprender los sentimientos del otro a pesar de no estar en acuerdo con su punto de vista. Esto también implica que en ocasiones deberemos adoptar posturas firmes, incluyendo aceptar que no podemos cambiar al otro, nada mas ser agentes de influencia. Ciertamente como pareja o matrimonio, deben tenerse metas comunes, pero también es muy importante respetar la individualidad. Calentarse el uno al otro es algo que posee una gran trascendencia; según estudios neurológicos, una pareja que ha alcanzado una intimidad profunda crea una conexión neuronal (Joe McIlhaney, Freda McKissic Bush – Hooked 2008). El vínculo a nivel emocional es tan fuerte que puede provocar estabilidad o privarnos de ella. Hasta se podría decir que logramos por instancias anticipar las necesidades del otro y hasta pensar igual en ocasiones.
Rompamos el hielo en nuestra relación, en el matrimonio; es tiempo de encender la calefacción para derretir la intransigencia y evaporar la falta de comunicación mutua. Como dice una canción, “saquemos los pingüinos de la cama”, procuremos esa intimidad. El texto expresa una conjugación, observe: “PUEDEN brindarse calor mutuamente”. Ese “pueden” proviene del verbo “PODER” lo que quiere decir que tenemos el dominio y la facultad para mandar o ejecutar dicha acción. No tengamos miedo a abrir nuestra alma. El calor sirve para templar, lo cual permite dar forma a algo. Creemos un mejor diseño de lo que podemos ser juntos, como esposos, como amantes.
Finalicemos con Eclesiastés 4:12 (NTV): Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente.
Una de las técnica más antiguas de combate, era realizar una formación donde los guerreros aliados juntaban las espaldas y ubicaban sus espadas hacia al frente. De este modo nadie podía atacarlos por sorpresa, sus vidas dependían de ello. Este último texto no se anda con rodeos. Al parecer el autor reconoce que en el matrimonio, como en toda relación, tenemos una alta probabilidad de ser atacados y en el peor caso derrotados. Nos ha tocado vivir en una etapa donde los cimientos han sido sacudidos. En nuestros entornos no logramos distinguir entre valores e intereses. Es más fácil desechar que conservar. Y aunque los parámetros hoy nos son borrosos, un ataque externo se puede de algún modo divisar. Unir espaldas simboliza que seremos los ojos del otro y nos cuidaremos en alguna medida posible.
Pero el enemigo más cruel es el que no se avista, pues llega desde adentro. Las traiciones, la mentira y la desconexión son la orden del día. Es muy poca la tolerancia que nos queda para enfrentar la frustración y a la desilusión. Preferimos resignarnos y abrazar el desanimo junto al desaliento. Es por esto que el texto cierra con la declaración más importante, la cuerda triple. Esta representa la unión del matrimonio con Dios. Una cuerda de tres dobleces se crea a base de tensar los tres cordones con mucha fuerza, sumergirlos hasta ahogarlos en el agua y una vez unidos se ponen en calor intenso a secar. Es decir, su fuerza proviene de un proceso duro para alcanzar su fortaleza. Jesús dijo: “separados de mí nada podrán hacer” (Juan 15:5), Él es el tercer cordón. También nos hizo una declaración: “yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Jesús ya experimentó la lucha y quiere ser nuestro aliado para darnos la victoria. Con Él no seremos fácilmente derrotados.
Debemos tomar la decisión. Es preciso despojarnos de esos nudos que creamos a base de pasividad e inacción, rompamos esos patrones. Una buena amiga, mentora y doctora en psicología me dijo un vez: “Los principios de vida no provocan nada por sí solos, son nuestra acción al aplicarlos lo que genera el cambio”. Si usted entiende que su matrimonio puede ser salvado, luche. Pero si logra reconocer que su pareja, de algún modo físico o emocional le es perjudicial, busque ayuda de alguna persona con experiencia o de un profesional capacitado. Dios no espera que tengamos relaciones perfectas. Él quiere que tengamos matrimonios funcionales (Peter Burgos), hogares que transformen a otros por su capacidad de sobreponerse a la adversidad. Todos comentan del colapso social, para mi nuestro país se debilita cada vez que un hogar, una relación o un matrimonio se rompe. Es tiempo de despertar a la realidad, tocar fondo no es malo. Es el momento oportuno para un impulso hacia la superficie, en busca de dar una buena bocanada de nuevo aire; un aliento de vida (Ezequiel 37:9).
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Que grato es estar ilusionado. El compartir la vida con alguien mas nos hace sentir afortunados. Esas primeras etapas en la relación de pareja están matizadas de ideales, mas al llegar la etapa de maduración, se inicia un encuentro de realidades que anuncian días tempestuosos. Dentro la relación de pareja, nos enfrentamos a los retos emocionales, físicos, profesionales y económicos que nos exilian a zonas de mucha presión. Son estas temporadas las que arrancan hacia la luz nuestra verdadera personalidad y hasta las fibras endebles del carácter. Los que pasamos por ese valle inundado por la lluvia torrencial de las contiendas, sentimos que el agua nos ha llegado hasta el cuello. Nos llenamos de angustia, llegando a pensar que el amor morirá ahogado y nuestra relación con el.
Así mismo es para aquellos de vivimos en el trópico, existe una época en el año donde la amenaza de los huracanes no falta. En 1989, el Huracán Hugo fue un devastador huracán categoría 5 que impactó a Puerto Rico. Uno de los mayores golpes lo sufrió el Bosque del Yunque que fue arrasado. Pero los científicos que examinaron la zona encontraron algo muy interesante. Los árboles llamados Tabonucos habían resistido el embate de los vientos, perdieron pocas ramas mientras que otras especies sufrieron severamente. Entonces surge la pregunta: ¿Qué hizo que este árbol superara las peores condiciones? La respuesta es asombrosa; estos árboles se han desarrollado a tal nivel que crecen en parejas y sus raíces se entrelazan en la profundidad del terreno. Este trabajo en equipo les dota de un poder de anclaje y unidad que ni un huracán con vientos sostenidos de 260 km/h pudo tirarlos al suelo.
Leamos lo que dice el siguiente verso: Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas (Eclesiastés 4:9-10 NTV).
Otras traducciones de este texto hablan de trabajo en conjunto. Por un instante imaginemos que nuestra relación matrimonial se quebró. Las causas son variadas, puede deberse a muerte, separación, enfermedad o incluso por un trabajo demandante, entre otras. Aunque no hay dudas que existen personas que se han superado por su determinación, suele ser difícil manejar solos todas la situaciones que nos pueden surgir a diario. A pesar de nuestra realidad actual, si no estamos solos, significa que una mano amiga está junto a nosotros trabajando en alguna área. Eso nos permite levantarnos unos a otros.
Esto no significa que estemos en roles que nos gusten, pero si en los que son necesarios por una temporada. El éxito en la relación se debe definir por el carácter de ambos integrantes, al hacer un mutuo esfuerzo por permanecer unidos, así como el árbol Tabonuco. Mi esposa y yo en unos meses cumpliremos nuestro aniversario número quince. Les comparto la misma noticia que yo recibí; el amor no muere, se renueva para anclar y entrelazar las raíces entre la pareja. El matrimonio es una empresa dinámica, siempre y cuando estemos dispuestos a impulsar los cambios, las diferencias que surjan nos harán más consientes de la verdadera identidad de cada uno, entonces el valor del amor será genuino.
El tabonuco es un árbol siempre verde, es grande, y llega a medir hasta 120 pies de altura. Se estima que su vida puede extenderse hasta los 400 años de edad. No rompamos el vínculo, nuestras relaciones tienen la capacidad de ser duraderas. Tengamos calma y reconozcamos que hacernos fuertes requiere entrar en los procesos. “Ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle”. Así dice el texto anterior.
En Eclesiastés 4:11 (NTV) continua exhortándonos: Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden brindarse calor mutuamente, pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor?
Cuando una persona ha estado expuesta a bajas temperaturas por una nevada, entrar en contacto corporal con otro ser humano le puede salvar la vida. El contacto frecuente estimula una relación cálida, que con una buena dosis de respeto y comprensión teje lazos de confianza. Lograr intimidad no es sólo acostarse en la misma cama o tener contacto sexual. La demanda es mucho más imponente, y lleva como nombre compenetración. Es hablar de forma honesta sin herir, es escuchar prestando total atención, es comprender los sentimientos del otro a pesar de no estar en acuerdo con su punto de vista. Esto también implica que en ocasiones deberemos adoptar posturas firmes, incluyendo aceptar que no podemos cambiar al otro, nada mas ser agentes de influencia. Ciertamente como pareja o matrimonio, deben tenerse metas comunes, pero también es muy importante respetar la individualidad. Calentarse el uno al otro es algo que posee una gran trascendencia; según estudios neurológicos, una pareja que ha alcanzado una intimidad profunda crea una conexión neuronal (Joe McIlhaney, Freda McKissic Bush – Hooked 2008). El vínculo a nivel emocional es tan fuerte que puede provocar estabilidad o privarnos de ella. Hasta se podría decir que logramos por instancias anticipar las necesidades del otro y hasta pensar igual en ocasiones.
Rompamos el hielo en nuestra relación, en el matrimonio; es tiempo de encender la calefacción para derretir la intransigencia y evaporar la falta de comunicación mutua. Como dice una canción, “saquemos los pingüinos de la cama”, procuremos esa intimidad. El texto expresa una conjugación, observe: “PUEDEN brindarse calor mutuamente”. Ese “pueden” proviene del verbo “PODER” lo que quiere decir que tenemos el dominio y la facultad para mandar o ejecutar dicha acción. No tengamos miedo a abrir nuestra alma. El calor sirve para templar, lo cual permite dar forma a algo. Creemos un mejor diseño de lo que podemos ser juntos, como esposos, como amantes.
Finalicemos con Eclesiastés 4:12 (NTV): Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente.
Una de las técnica más antiguas de combate, era realizar una formación donde los guerreros aliados juntaban las espaldas y ubicaban sus espadas hacia al frente. De este modo nadie podía atacarlos por sorpresa, sus vidas dependían de ello. Este último texto no se anda con rodeos. Al parecer el autor reconoce que en el matrimonio, como en toda relación, tenemos una alta probabilidad de ser atacados y en el peor caso derrotados. Nos ha tocado vivir en una etapa donde los cimientos han sido sacudidos. En nuestros entornos no logramos distinguir entre valores e intereses. Es más fácil desechar que conservar. Y aunque los parámetros hoy nos son borrosos, un ataque externo se puede de algún modo divisar. Unir espaldas simboliza que seremos los ojos del otro y nos cuidaremos en alguna medida posible.
Pero el enemigo más cruel es el que no se avista, pues llega desde adentro. Las traiciones, la mentira y la desconexión son la orden del día. Es muy poca la tolerancia que nos queda para enfrentar la frustración y a la desilusión. Preferimos resignarnos y abrazar el desanimo junto al desaliento. Es por esto que el texto cierra con la declaración más importante, la cuerda triple. Esta representa la unión del matrimonio con Dios. Una cuerda de tres dobleces se crea a base de tensar los tres cordones con mucha fuerza, sumergirlos hasta ahogarlos en el agua y una vez unidos se ponen en calor intenso a secar. Es decir, su fuerza proviene de un proceso duro para alcanzar su fortaleza. Jesús dijo: “separados de mí nada podrán hacer” (Juan 15:5), Él es el tercer cordón. También nos hizo una declaración: “yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Jesús ya experimentó la lucha y quiere ser nuestro aliado para darnos la victoria. Con Él no seremos fácilmente derrotados.
Debemos tomar la decisión. Es preciso despojarnos de esos nudos que creamos a base de pasividad e inacción, rompamos esos patrones. Una buena amiga, mentora y doctora en psicología me dijo un vez: “Los principios de vida no provocan nada por sí solos, son nuestra acción al aplicarlos lo que genera el cambio”. Si usted entiende que su matrimonio puede ser salvado, luche. Pero si logra reconocer que su pareja, de algún modo físico o emocional le es perjudicial, busque ayuda de alguna persona con experiencia o de un profesional capacitado. Dios no espera que tengamos relaciones perfectas. Él quiere que tengamos matrimonios funcionales (Peter Burgos), hogares que transformen a otros por su capacidad de sobreponerse a la adversidad. Todos comentan del colapso social, para mi nuestro país se debilita cada vez que un hogar, una relación o un matrimonio se rompe. Es tiempo de despertar a la realidad, tocar fondo no es malo. Es el momento oportuno para un impulso hacia la superficie, en busca de dar una buena bocanada de nuevo aire; un aliento de vida (Ezequiel 37:9).
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