A través de la historia, de una madre
Por Esther Pagán

A través de la historia de una familia existe la historia de una madre. Recuerdo en mi infancia como toda la familia comenzaba los preparativos para celebración del día de las madres. Todas mis tías se encargaban de cocinar, que aunque ellas eran madres también, el homenaje era para nuestra abuela quien era la más importante en ese día. Mi abuelo siempre le tocaba el bizcocho y los regalos no faltaban, llenaban la mesa del comedor y la foto con todo el montón de nietos no podía faltar. Pero aunque tener un día de celebración es hermoso, más hermoso aún es, lo que como hijos damos día a día.
Hoy en día las celebraciones son un poco distintas, quizás llevemos a mamá a un restaurante o le compramos un regalo costoso, tratando de llenar en un día el vacío de un largo tiempo de soledad o del poco contacto del día a día que tenemos con nuestras madres.
Siempre me ha encantado tomar fotos desde muy jovencita, porque las fotos me hacen recordar mi trayectoria imperfecta, pero llenas de amor como madre y ahora como abuela. Quizás uno de los roles más deseados por nosotras las mujeres es el de ser madres. Soñamos con ese día maravilloso en el cual recibimos la notica que nos confirma que dentro de nosotras, por la gracia de Dios, un ser se está formando. Comenzamos a forjar en nuestra mente unas expectativas de lo que deseamos que este hijo tan anhelado llegue a ser. Y, si tienes una gran imaginación como yo, ya estás pensando en el día de su boda. De momento nuestro cuerpo de guitarra se trasforma en globo y nuestro caminar tan femenino se trasforma en una marcha de patitos balanceándonos de un lado al otro. Aún antes de su llegada vamos preparando su cuarto a nivel de revista de decoración, tratando de implementar los colores según su sexo y los gustos de mamá. Por fin llega el día anhelado, que de dos personas que comienzan una familia se trasforman en tres. En esos momentos aún no nos percatamos que apenas comienza un gran recorrido de poner en función lo que dice Gálatas 5:22 las palabras amor, gozo, paciencia benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Estas son las actitudes de las que tenemos que apropiarnos como madres, para cuidar, servir y amar a este nuevo ser que Dios ha depositado en nuestras manos.
Muchas madres primerizas viven confusión, pues no entienden que nuestra naturaleza humana lucha contra lo que debemos hacer con lo que queremos hacer. Las madres se preguntan ¿porque me siento irritada y molesta en este momento que tengo, lo que tanto he deseado?, ¿porqué ahora tengo estos sentimientos encontrados?. Pues mamá has estado por lo menos 20 años o más durmiendo toda la noche sin ninguna interrupción y después de 9 meses de espera ha llegado este pequeño ser que tiene unas necesidades de comer, de cambio de pañales, de ayuda para dormir, etc. Pero no come como nosotros los adultos 3 veces, sino cada dos horas. Además como el bebé no habla lo único que sabe hacer para ser atendido es llorar y muchas veces no es hasta que el pedíatra nos da un listado de todo lo que nuestro hijo necesita, que ni estábamos enteradas. Comenzamos a sentir sobre nuestros hombros esta gran responsabilidad que estará con nosotros por lo menos 20 años. Así es que comenzamos a experimentar la difícil pero hermosa experiencia de ser mamá.
En esta etapa de mi vida que ya soy abuela puedo afirmar que cada etapa que viví al cuidar a mis hijas tuvo sus retos pero también sus satisfacciones. Muchas veces vivimos anhelado que cada etapa pase, pensando que la próxima será mejor y dejamos de disfrutar la presente. Pensamos cuando deje los pañales, cuando camine, cuando ya vaya al baño, cuando este en la escuela y así vamos anhelado que el tiempo pase pronto. Sin darnos cuenta que cada momento tiene un propósito, y que cada etapa de la vida de nuestros hijos debe ser un periodo de gozo, de aprendizaje y agradecimiento a Dios por habernos permitido ser mamás.
Hoy comparto mi testimonio como madre y como hija. En el plan de vida de Dios para mi, él me ha puesto a cuidar a mi madre anciana y en esta experiencia también he vivido etapas difíciles, donde mi parte humana y carnal me llevaba a no aceptar lo que debía hacer con lo que quería hacer. De pronto este ser que me dio la vida necesita tantos cuidados y me cambia la vida como cuando yo llegue a su vida, se repite la historia pero al revés. Entre tener que bañarla, darle comida, cambiar pañales y el tener que ser cuidada 24/7 no es tarea fácil. Pero solo el amor de Dios es quien nos da la fuerza para poder afrontar lo que pensamos que no podríamos soportar. Cuando comencé en esta experiencia de cuidar a mi mamá estaba enojada y decepcionada. Estos sentimientos provocaban en mi actitudes de falta de amor, paciencia y paz, todas estas necesarias y que Dios nos pide que practiquemos mientras estemos en este mundo. Yo en este caso las había olvidado, solo pensaba en mi como ser egoísta he imperfecta.
Actualmente las circunstancias y las necesidades de mi madre han cambiado, ahora cada día necesita más de mí, pero hoy puedo decir que el querer honrar a Dios cambio mi actitud y al cambiar mi actitud cambiaron mis acciones. Si quieres tener paz, gozo, paciencia, fe, mansedumbre no mires las circunstancias mira el corazón de Dios. Él me ha mostrado su amor y su misericordia para mi vida.
Cuando miro las fotos de mi vida como madre y como abuela y como hija cuidadora, solo puedo recordar y afirmar que Dios ha estado conmigo a través de toda mi vida y cuando recuerdo que en algunas de mis etapas como mamá me sentía como que no sabia que hacer, también recuerdo que Dios me abrazaba y me decía constantemente: “hija no te preocupes que yo te enseñaré y te guiaré, nunca te dejaré y te puedo decir que lo estás haciendo bien”.
Las madres no somos perfectas pero las madres vamos dejando legados importantes a través del tiempo, mi abuela lo paso a mi madre, mi madre a mi, yo a mis hijas y mis hijas lo están pasando a las suyas. Nunca olviden que el amor de Dios es tan grande por nosotras que entregó a su hijo a morir en una cruz. Él siempre está presente en nuestras vidas y aún cuando pensamos que no podemos, él nos enseña el camino a seguir y nos da las fuerzas necesarias para terminar con gozo la hermosa encomienda de cuidar y amar a un hijo. Que Dios bendiga a todas las madres que puedan disfrutar las etapas que estén viviendo hoy y deja que el Señor les guie a través de la más hermosa experiencia que es… ser mamá.