por Becky Parilla
Leí recientemente un libro acerca de los frutos del Espíritu que me hizo recordar que el amor, además de ser un mandamiento bíblico, es un fruto.
“En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor...” (Gálatas 5:22 NTV)
¿Significa esto que sólo una persona llena del Espíritu puede amar? Bueno...significa que “sólo por medio de la intervención divina podemos amar a otros en maneras que son imposibles para nuestra carne” (The Fruitful Wife, DiMarco, 2012). Tenemos la tendencia a hacer aquellas cosas que nos parecen naturales: responder con dulzura a un cónyuge atento y considerado, no gritar o irritarnos sólo si los hijos son obedientes, tratar bien a quien nos trata bien, "amar" si nos produce a cambio un sentimiento de bienestar, si somos recompensados por nuestros actos, etc. Pero esa clase de "amor", que está condicionado por nuestros sentimientos, necesidades o las respuestas de otros, es realmente egoísmo, que es un fruto de la carne.
Esto parece insólito y puede ser difícil de asimilar porque es totalmente contrario al mensaje que recibimos constantemente de ponernos a nosotros mismos en primer lugar. Pero las "familias insólitas" viven y operan de acuerdo a lo que establece la Palabra de Dios. La Biblia enseña que Dios mostró Su amor:
“pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.” (Romanos 5:8 NTV)
Y lo maravilloso es que esa misma clase de amor que Dios mostró al salvarnos...Su Amor...ahora está dentro de nosotros por medio del Espíritu Santo.
“...porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor.” (Romanos 5:5 NTV)
Esto le da otras dimensiones a nuestra capacidad de amar y demostrar el amor. Porque significa que esa capacidad no estará basada en nuestras necesidades, en nuestros sentimientos, en nuestro trasfondo, o tan siquiera en los rasgos de nuestra personalidad, más bien en los impulsos del Espíritu Santo que habita en nosotros. Así que en lugar de pensar "¿Por qué mi cónyuge, mis hijos, mis padres, etc. no hacen esto o aquello que sería más fácil para mí, o más considerado para mí?" En vez de pensar todo el tiempo en la manera en que otros están afectando nuestro mundo, nuestras expectativas o nuestra comodidad, el Espíritu Santo nos mueve a lo "insólito", a lo sobrenatural.
Por ejemplo,
Que nos enseñe el Señor a amar a otros con Su amor insólito. Después de todo, el amor es un fruto. Y el fruto no es para beneficio del árbol sino de los que están cerca de él.
Leí recientemente un libro acerca de los frutos del Espíritu que me hizo recordar que el amor, además de ser un mandamiento bíblico, es un fruto.
“En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor...” (Gálatas 5:22 NTV)
¿Significa esto que sólo una persona llena del Espíritu puede amar? Bueno...significa que “sólo por medio de la intervención divina podemos amar a otros en maneras que son imposibles para nuestra carne” (The Fruitful Wife, DiMarco, 2012). Tenemos la tendencia a hacer aquellas cosas que nos parecen naturales: responder con dulzura a un cónyuge atento y considerado, no gritar o irritarnos sólo si los hijos son obedientes, tratar bien a quien nos trata bien, "amar" si nos produce a cambio un sentimiento de bienestar, si somos recompensados por nuestros actos, etc. Pero esa clase de "amor", que está condicionado por nuestros sentimientos, necesidades o las respuestas de otros, es realmente egoísmo, que es un fruto de la carne.
Esto parece insólito y puede ser difícil de asimilar porque es totalmente contrario al mensaje que recibimos constantemente de ponernos a nosotros mismos en primer lugar. Pero las "familias insólitas" viven y operan de acuerdo a lo que establece la Palabra de Dios. La Biblia enseña que Dios mostró Su amor:
“pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.” (Romanos 5:8 NTV)
Y lo maravilloso es que esa misma clase de amor que Dios mostró al salvarnos...Su Amor...ahora está dentro de nosotros por medio del Espíritu Santo.
“...porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor.” (Romanos 5:5 NTV)
Esto le da otras dimensiones a nuestra capacidad de amar y demostrar el amor. Porque significa que esa capacidad no estará basada en nuestras necesidades, en nuestros sentimientos, en nuestro trasfondo, o tan siquiera en los rasgos de nuestra personalidad, más bien en los impulsos del Espíritu Santo que habita en nosotros. Así que en lugar de pensar "¿Por qué mi cónyuge, mis hijos, mis padres, etc. no hacen esto o aquello que sería más fácil para mí, o más considerado para mí?" En vez de pensar todo el tiempo en la manera en que otros están afectando nuestro mundo, nuestras expectativas o nuestra comodidad, el Espíritu Santo nos mueve a lo "insólito", a lo sobrenatural.
Por ejemplo,
- El Espíritu nos impulsa a considerar a los miembros de nuestra familia como superiores a nosotros mismos (Filipenses 2:3). ¿Cómo cambiarían los procesos de disciplina con nuestros hijos, si aún estando en una posición de autoridad como padres, los tratáramos como superiores a nosotros mismos?
- El Espíritu nos impulsa a no ocuparnos sólo de nuestros intereses sino también en los intereses de los demás (Filipenses 2:4). ¿Cómo cambiarían las interacciones con nuestro cónyuge si al tratar con alguna situación tuviéramos en mente sus intereses y no nuestro deseo de ganar o probar un punto?
- El Espíritu nos impulsa a liderar con nuestro servicio (Marcos 10:43). ¿Cómo cambiarían nuestras rutinas mañaneras si al preparar el desayuno o las meriendas recordáramos que nuestro servicio a Dios comienza en el hogar.
- El Espíritu nos impulsa a respetar y a honrar a los miembros de nuestra familia, especialmente los días en los que no han hecho algo para merecerlo (Romanos 12:10). ¿Cómo cambiaría la dinámica familiar si en lugar de señalar y resaltar con demasiada frecuencia lo que los otros “hacen mal” según nuestro criterio y preferencia, aprendiéramos a honrar y respetar nuestras diferencias y nuestros roles y responsabilidades asignados por la Palabra de Dios?
Que nos enseñe el Señor a amar a otros con Su amor insólito. Después de todo, el amor es un fruto. Y el fruto no es para beneficio del árbol sino de los que están cerca de él.