Mi familia: Mi responsabilidad
por Dr. Francisco Carrillo, M.S. Ph.D.
La Biblia nos enseña claramente que la familia fue instituida por Dios. Es en el libro de Génesis donde hallamos, no sólo la creación del hombre y la mujer sino también la expresión imperativa a estos de “fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Genesis 1.28). La familia, por tanto, no es producto humano, tampoco es producto del azar y mucho menos se puede encontrar su definición en el interés particular de algunos de los que la componen. La familia es parte fundamental del diseño original de Dios para la humanidad que hoy, aún después de la caída del hombre y la mujer mantiene sus principios vigentes y activos que nos sirven como muestra de su grande amor y su favor. Es así como la familia constituye para todos nosotros un regalo de Dios para bendición.
A través de la Biblia encontramos algunas expresiones que describen lo valioso de la familia para cada uno de sus integrantes. Hallamos por ejemplo a “la mujer virtuosa” (Proverbios 21.10), al hombre que da “honor a su esposa” (1 Pedro 3.7), a los hijos que son “herencia de Jehová” (Salmos 127.3) y el mandato a los hijos de “honrar” y valorar a los padres (Efesios 6.2). Igualmente, en cada una de nuestras familias pueden ser incontables expresiones como estas basadas en las vivencias que hemos experimentado y dan cuenta del favor de Dios a través de sus miembros. Podemos encontrar en las familias a los esposos bendiciendo a sus esposas, las esposas a los esposos, los padres a los hijos y los hijos también bendiciendo a los padres. Todas estas expresiones y muchas otras más halladas en la Biblia son hermosas y nos sirven de aliciente para mantener la aspiración de una sana y saludable convivencia familiar.
Sin embargo, es posible que por error asumamos que estas preciosas experiencias en la familia ocurran de forma automática o peor aún que por cuanto la familia fue instituida por Dios, esta funciona por sí sola como si fuera el sol que siempre sale y se pone al amanecer y al atardecer. Sin lugar a duda nos parece que; en el hombre, la mujer y los hijos, operan otros principios como los que rigen el funcionamiento de las lumbreras y las estrellas en el firmamento ante la orden divina desde ese primer día en la creación. A diferencia de lo anterior, en el caso de la familia instituida por Dios se involucra la total responsabilidad de cada uno de los miembros para que funcione según fue diseñada por el Creador. El así no hacerlo pone en riesgo el pleno disfrute de tan grande bendición y puede conducir a profundos problemas entre sus miembros con altos costos emocionales para todos.
El apóstol Pablo en su epístola a los Efesios les escribe varios consejos que buscan que la bendición de la familia sea una que nos lleve al máximo beneficio de lo dispuesto por Dios para nosotros. De los consejos del apóstol podemos derivar como principio el carácter o rol activo que corresponde a cada integrante de la familia para que tan noble institución funcione adecuadamente. Entre estos consejos el apóstol nos invita a tratarnos los unos a los otros “en el temor de Dios” (Efesios 5.21), a “amarnos” (Efesios 5.25; 28), a los hijos les insta a “obedecer a vuestros padres” (Efesios 6.1) y a “honrarlos” (Efesios 6.2) y a los padres nos emplaza a “no provocar a ira a vuestros hijos” (Efesios 6.4) y a “criarlos en la disciplina del Señor” (Efesios 6.4). Esta amonestación forma parte del consejo bíblico cual si fuera nuestro manual de instrucciones de parte del Creador de la familia que puestos en práctica nos pueden ayudar a cumplir con nuestra responsabilidad de mantener el regalo de la familia que Dios ha puesto en nuestras manos. Este consejo de Dios nos convoca a que con responsabilidad a través de estas acciones honremos a Dios con familias sanas y saludables que glorifiquen su nombre.
por Dr. Francisco Carrillo, M.S. Ph.D.
La Biblia nos enseña claramente que la familia fue instituida por Dios. Es en el libro de Génesis donde hallamos, no sólo la creación del hombre y la mujer sino también la expresión imperativa a estos de “fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Genesis 1.28). La familia, por tanto, no es producto humano, tampoco es producto del azar y mucho menos se puede encontrar su definición en el interés particular de algunos de los que la componen. La familia es parte fundamental del diseño original de Dios para la humanidad que hoy, aún después de la caída del hombre y la mujer mantiene sus principios vigentes y activos que nos sirven como muestra de su grande amor y su favor. Es así como la familia constituye para todos nosotros un regalo de Dios para bendición.
A través de la Biblia encontramos algunas expresiones que describen lo valioso de la familia para cada uno de sus integrantes. Hallamos por ejemplo a “la mujer virtuosa” (Proverbios 21.10), al hombre que da “honor a su esposa” (1 Pedro 3.7), a los hijos que son “herencia de Jehová” (Salmos 127.3) y el mandato a los hijos de “honrar” y valorar a los padres (Efesios 6.2). Igualmente, en cada una de nuestras familias pueden ser incontables expresiones como estas basadas en las vivencias que hemos experimentado y dan cuenta del favor de Dios a través de sus miembros. Podemos encontrar en las familias a los esposos bendiciendo a sus esposas, las esposas a los esposos, los padres a los hijos y los hijos también bendiciendo a los padres. Todas estas expresiones y muchas otras más halladas en la Biblia son hermosas y nos sirven de aliciente para mantener la aspiración de una sana y saludable convivencia familiar.
Sin embargo, es posible que por error asumamos que estas preciosas experiencias en la familia ocurran de forma automática o peor aún que por cuanto la familia fue instituida por Dios, esta funciona por sí sola como si fuera el sol que siempre sale y se pone al amanecer y al atardecer. Sin lugar a duda nos parece que; en el hombre, la mujer y los hijos, operan otros principios como los que rigen el funcionamiento de las lumbreras y las estrellas en el firmamento ante la orden divina desde ese primer día en la creación. A diferencia de lo anterior, en el caso de la familia instituida por Dios se involucra la total responsabilidad de cada uno de los miembros para que funcione según fue diseñada por el Creador. El así no hacerlo pone en riesgo el pleno disfrute de tan grande bendición y puede conducir a profundos problemas entre sus miembros con altos costos emocionales para todos.
El apóstol Pablo en su epístola a los Efesios les escribe varios consejos que buscan que la bendición de la familia sea una que nos lleve al máximo beneficio de lo dispuesto por Dios para nosotros. De los consejos del apóstol podemos derivar como principio el carácter o rol activo que corresponde a cada integrante de la familia para que tan noble institución funcione adecuadamente. Entre estos consejos el apóstol nos invita a tratarnos los unos a los otros “en el temor de Dios” (Efesios 5.21), a “amarnos” (Efesios 5.25; 28), a los hijos les insta a “obedecer a vuestros padres” (Efesios 6.1) y a “honrarlos” (Efesios 6.2) y a los padres nos emplaza a “no provocar a ira a vuestros hijos” (Efesios 6.4) y a “criarlos en la disciplina del Señor” (Efesios 6.4). Esta amonestación forma parte del consejo bíblico cual si fuera nuestro manual de instrucciones de parte del Creador de la familia que puestos en práctica nos pueden ayudar a cumplir con nuestra responsabilidad de mantener el regalo de la familia que Dios ha puesto en nuestras manos. Este consejo de Dios nos convoca a que con responsabilidad a través de estas acciones honremos a Dios con familias sanas y saludables que glorifiquen su nombre.