La importancia de los padres
por Dr. Francisco Carrillo, M.S. Ph.D.
La familia y las dinámicas que transcurren en ella son el punto de referencia inicial sobre el cual desarrollamos nuestra identidad. Es la familia el centro desde donde se derivan las experiencias que a fin de cuentas le dan un significado especial a quienes somos. Para muchas personas, la familia no sólo tiene por significado a las personas que la componen (padre, madre, hermanos); sino al lugar donde encontramos el buen sentido de la vida y el disfrute de esta. En las diferentes etapas de la vida de la familia nos topamos con experiencias y momentos críticos que progresivamente van configurando nuestros intereses, personalidad, actitudes, rangos de conductas y comportamientos; así como también valores que nos ayudan a desarrollarnos como personas sanas y emocionalmente saludables. Pero también, la familia puede ser el lugar donde algunas otras personas experimentan gran pesar, angustia y dolor, al punto de verse a sí mismas profundamente heridas, lastimadas y consecuentemente imposibilitadas de poder disfrutar al máximo de los regalos y dones que se hallan en la vida de familia que Dios ha preparado para todas sus criaturas.
En las experiencias de la familia, específicamente en las etapas de la niñez, la pre-adolescencia y la adolescencia; se encuentran, tal vez, los momentos más críticos o cruciales para cualquier ser humano. Muchas personas con traumas, condiciones emocionales o mentales son capaces de identificar con clara nitidez, (aún a pesar de los años transcurridos) experiencias o momentos específicos matizados de dolor, pena y angustia en estas etapas tempranas de sus vidas que aún les acompañan en su adultez, determinando su valor como persona y su actitud ante la vida. La niñez, la pre-adolescencia y la adolescencia, como etapas de vida, parecen ser una ventana de tiempo muy preciada, valiosa y a la vez sensitiva en las que cualquier acción u omisión en detrimento, puede comprometer o afectar el buen desarrollo en estas etapas. Es como si al confeccionar una receta de cocina alteráramos el orden de los pasos violentando el tiempo necesario de un procedimiento por apenas unos segundos en la preparación de un plato. Esta alteración en la confección, aunque mínima o insignificante para algunos, es tan sensitiva que afecta la degustación del producto final que el plato podría prometernos.
En estas etapas tempranas la figura de los padres en su rol y la buena ejecución de la paternidad son de vital importancia para un buen y sano desarrollo de los hijos. Es sobre estas bases que se van forjando los adultos saludables del futuro. Dicho de otra forma, la buena paternidad en su dimensión más práctica sirve como factor protectivo que salvaguarda no sólo a los niños, pre-adolescentes y adolescentes en estas etapas tan vulnerables, sino también que ofrece la oportunidad de que estos puedan desarrollarse eventualmente en adultos lo más libres posible de experiencias o traumas que amenacen su pleno disfrute de la vida y además les prepare para afrontar los retos del futuro.
Ver a los hijos desarrollarse sanamente y convertirse en adultos emocionalmente saludables requiere de un alto nivel de comprensión y compromiso por parte de los padres en esta ventana de tiempo tan crítica y sensitiva. Esta comprensión requiere de los padres una evaluación objetiva de lo que ha sido su encargo y una indagación de las realidades que retan y desafían la estabilidad emocional de sus hijos en estos tiempos, con el fin de ver si su gestión es una atemperada. La comprensión asistida; ya sea a través de la lectura de libros de auto-ayuda, consejería profesional o espiritual se ha convertido en un buen recurso para ampliar el entendimiento de los padres a tenor con estos tiempos. Igualmente se requiere de los padres un alto nivel de compromiso en hacer lo que hay que hacer. La buena paternidad en su máximo nivel de ejecución demanda en un grado superlativo; más de las acciones concertadas y dedicadas a cumplir de forma satisfactoria todas las necesidades de los hijos según las demandas de hoy, que de las ideas propias provenientes de la historia de los padres que algunas veces de forma desatinada enmarcan su rol. El hacer lo que hay que hacer como padres hoy, debe involucrar la atención de lo que es importante y pertinente en la búsqueda de todo aquello que redunde en un sano desarrollo de los hijos. Este nivel de compromiso exige una profunda honestidad. Los padres deben comprender que el carácter de estas funciones es uno impostergable, imprescindible e indelegable, si es que queremos lograr que esta generación que va emergiendo tenga un pleno disfrute de la vida en la adultez, según dispuesta el por el Creador.
En las experiencias de la familia, específicamente en las etapas de la niñez, la pre-adolescencia y la adolescencia; se encuentran, tal vez, los momentos más críticos o cruciales para cualquier ser humano. Muchas personas con traumas, condiciones emocionales o mentales son capaces de identificar con clara nitidez, (aún a pesar de los años transcurridos) experiencias o momentos específicos matizados de dolor, pena y angustia en estas etapas tempranas de sus vidas que aún les acompañan en su adultez, determinando su valor como persona y su actitud ante la vida. La niñez, la pre-adolescencia y la adolescencia, como etapas de vida, parecen ser una ventana de tiempo muy preciada, valiosa y a la vez sensitiva en las que cualquier acción u omisión en detrimento, puede comprometer o afectar el buen desarrollo en estas etapas. Es como si al confeccionar una receta de cocina alteráramos el orden de los pasos violentando el tiempo necesario de un procedimiento por apenas unos segundos en la preparación de un plato. Esta alteración en la confección, aunque mínima o insignificante para algunos, es tan sensitiva que afecta la degustación del producto final que el plato podría prometernos.
En estas etapas tempranas la figura de los padres en su rol y la buena ejecución de la paternidad son de vital importancia para un buen y sano desarrollo de los hijos. Es sobre estas bases que se van forjando los adultos saludables del futuro. Dicho de otra forma, la buena paternidad en su dimensión más práctica sirve como factor protectivo que salvaguarda no sólo a los niños, pre-adolescentes y adolescentes en estas etapas tan vulnerables, sino también que ofrece la oportunidad de que estos puedan desarrollarse eventualmente en adultos lo más libres posible de experiencias o traumas que amenacen su pleno disfrute de la vida y además les prepare para afrontar los retos del futuro.
Ver a los hijos desarrollarse sanamente y convertirse en adultos emocionalmente saludables requiere de un alto nivel de comprensión y compromiso por parte de los padres en esta ventana de tiempo tan crítica y sensitiva. Esta comprensión requiere de los padres una evaluación objetiva de lo que ha sido su encargo y una indagación de las realidades que retan y desafían la estabilidad emocional de sus hijos en estos tiempos, con el fin de ver si su gestión es una atemperada. La comprensión asistida; ya sea a través de la lectura de libros de auto-ayuda, consejería profesional o espiritual se ha convertido en un buen recurso para ampliar el entendimiento de los padres a tenor con estos tiempos. Igualmente se requiere de los padres un alto nivel de compromiso en hacer lo que hay que hacer. La buena paternidad en su máximo nivel de ejecución demanda en un grado superlativo; más de las acciones concertadas y dedicadas a cumplir de forma satisfactoria todas las necesidades de los hijos según las demandas de hoy, que de las ideas propias provenientes de la historia de los padres que algunas veces de forma desatinada enmarcan su rol. El hacer lo que hay que hacer como padres hoy, debe involucrar la atención de lo que es importante y pertinente en la búsqueda de todo aquello que redunde en un sano desarrollo de los hijos. Este nivel de compromiso exige una profunda honestidad. Los padres deben comprender que el carácter de estas funciones es uno impostergable, imprescindible e indelegable, si es que queremos lograr que esta generación que va emergiendo tenga un pleno disfrute de la vida en la adultez, según dispuesta el por el Creador.