Mi familia, mi responsabilidad:
Llamados a dar amor
por Damaris Pérez
La familia es la unidad básica de cada pueblo o país. Es en el núcleo familiar donde primero recibimos afecto (aun desde el vientre) y donde se desarrolla la capacidad de amar. Amar es una responsabilidad intrínseca de los padres y ese amor debe provocar que sus hijos desarrollen una identidad clara. Los padres somos el reflejo de Dios para con nuestros hijos, de forma que puedan entender que fueron creados únicos, especiales y con propósito. Que reconozcan que antes de nosotros amar a Dios, fuimos amados por él y solo reciprocamos ese amor que nos fue dado por gracia.
1 Juan 4:19
Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.
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El amor es considerado un concepto universal, los diccionarios lo definen como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego que resulta y produce una serie de actitudes, emociones y experiencias. También suele describirse como el conjunto de acciones dirigidas hacia otros basadas en la compasión o el afecto. Lamentablemente, la sociedad ha desvirtuado la forma de pensar en muchos aspectos y al hablar del AMOR no es la excepción. Como todo concepto, la palabra amor, puede traer al pensamiento símbolos y significados que están muy distantes de definir su esencia. El amor no es una caricia, un beso, un abrazo, un regalo, aunque dichas expresiones pueden ser formas de mostrar amor a alguien. Puedes recibir expresiones como las antes mencionadas de alguien que no te ama, por lo que las mismas para nada definen lo que es amar. Mucho menos es una época o temporada, pues resultaría pasajero, tampoco es una costumbre, no es color de rosa o la figura de un corazón, es algo más profundo.
La humanidad fue creada con la capacidad de dar amor, pero son las experiencias en familia las que nos enseñan lo que es el amor incondicional, responsable y comprometido. Ese amor se transmite a otros a través de esa comunidad de vida y amor que es la familia, donde se aprende a amar y a sentirse amado por otras personas, pero ante todo cuando se nos enseña que fuimos amados primero por Dios.
1 Juan 4:19
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Es necesario que las generaciones entiendan la verdad de que Dios es amor y que nos fue encomendado amarlo sobre todo y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:29-30). Resulta sencillo amar cuando alguien nos agrada o sentimos gran agradecimiento hacia este, pero pueden existir situaciones con personas donde no se vea tan sencillo. Es algo que todos hemos experimentado y en ese momento es necesario tomar la decisión, si, amar puede ser una decisión. Dios nos dio el mandato y a nosotros nos corresponde acatarlo, ir sobre la situación o aquellas cosas que nos desagradan de esa persona.
Juan 15:12
Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
1 Pedro 4:8
Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.
Romanos 12:10
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.
Exactamente eso hizo Dios con nosotros, nos amó primero y tanto que dio a su unigénito para que pudiésemos tener vida eterna. Y lo maravilloso es que lo hizo por toda la humanidad, no importando su condición, su amor, gracia y misericordia le hicieron redimir a su máxima y amada creación.
Y si el Padre, en amor, envió a Jesús a morir por cada uno de nosotros (el que dice la verdad y el mentiroso, el honesto y el que roba, el que trae paz y el contencioso), nos corresponde mostrar ese amor de igual forma a nuestro prójimo. No suena sencillo, pero cuando comprendemos el amor de Dios para con nosotros podemos entender que él aborrece lo errado que puede existir en cada uno de nosotros, pero nos ama y desea enseñarnos a vivir para bendición. Exactamente espera Dios que hagamos, que sintamos la necesidad que hay en los corazones de los hombres, le mostremos quien puede llenar ese vacío y que nuestras vidas hablen de su amor.
1 Juan 4:16
Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios y Dios en él.
El AMOR es Dios, su gran expresión fue, es y será, entregar la vida de su hijo, Jesús, para que tuviésemos vida eterna. Cuando ese amor es experimentado en familia, además de tocar a sus miembros, tocar a la sociedad; ayudando así a la transformación de la tierra y a la renovación del mundo, de la creación y de toda la humanidad. Las familias fueron su diseño para que a través de ellas se ejecutara su plan eterno, él nos entregó todo lo necesario para ser sus colaboradores y que fuese hecha su voluntad en cada lugar y en cada vida.
Juan 3:16
Porque tanto amo Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda.
Amemos a nuestros hijos responsablemente, con el compromiso de dejar un legado en sus vidas. Dediquemos nuestro tiempo, escuchemos lo que tienen que decirnos, expresemos nuestro amor con besos, abrazos, caricias y detalles. Seamos un ejemplo a seguir, como esposos y esposas, como padres y madres, como hijos e hijas, en el oficio o profesión que ejercemos, como ciudadanos en nuestra comunidad. Que puedan experimentar en casa que como familia amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De forma que cuando les corresponda formar su propia familia el legado que cargan los dirija a edificar en amor y trascienda generaciones.
Por: Damaris Pérez López
La familia es la unidad básica de cada pueblo o país. Es en el núcleo familiar donde primero recibimos afecto (aun desde el vientre) y donde se desarrolla la capacidad de amar. Amar es una responsabilidad intrínseca de los padres y ese amor debe provocar que sus hijos desarrollen una identidad clara. Los padres somos el reflejo de Dios para con nuestros hijos, de forma que puedan entender que fueron creados únicos, especiales y con propósito. Que reconozcan que antes de nosotros amar a Dios, fuimos amados por él y solo reciprocamos ese amor que nos fue dado por gracia.
1 Juan 4:19
Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.
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El amor es considerado un concepto universal, los diccionarios lo definen como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego que resulta y produce una serie de actitudes, emociones y experiencias. También suele describirse como el conjunto de acciones dirigidas hacia otros basadas en la compasión o el afecto. Lamentablemente, la sociedad ha desvirtuado la forma de pensar en muchos aspectos y al hablar del AMOR no es la excepción. Como todo concepto, la palabra amor, puede traer al pensamiento símbolos y significados que están muy distantes de definir su esencia. El amor no es una caricia, un beso, un abrazo, un regalo, aunque dichas expresiones pueden ser formas de mostrar amor a alguien. Puedes recibir expresiones como las antes mencionadas de alguien que no te ama, por lo que las mismas para nada definen lo que es amar. Mucho menos es una época o temporada, pues resultaría pasajero, tampoco es una costumbre, no es color de rosa o la figura de un corazón, es algo más profundo.
La humanidad fue creada con la capacidad de dar amor, pero son las experiencias en familia las que nos enseñan lo que es el amor incondicional, responsable y comprometido. Ese amor se transmite a otros a través de esa comunidad de vida y amor que es la familia, donde se aprende a amar y a sentirse amado por otras personas, pero ante todo cuando se nos enseña que fuimos amados primero por Dios.
1 Juan 4:19
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Es necesario que las generaciones entiendan la verdad de que Dios es amor y que nos fue encomendado amarlo sobre todo y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:29-30). Resulta sencillo amar cuando alguien nos agrada o sentimos gran agradecimiento hacia este, pero pueden existir situaciones con personas donde no se vea tan sencillo. Es algo que todos hemos experimentado y en ese momento es necesario tomar la decisión, si, amar puede ser una decisión. Dios nos dio el mandato y a nosotros nos corresponde acatarlo, ir sobre la situación o aquellas cosas que nos desagradan de esa persona.
Juan 15:12
Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
1 Pedro 4:8
Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.
Romanos 12:10
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.
Exactamente eso hizo Dios con nosotros, nos amó primero y tanto que dio a su unigénito para que pudiésemos tener vida eterna. Y lo maravilloso es que lo hizo por toda la humanidad, no importando su condición, su amor, gracia y misericordia le hicieron redimir a su máxima y amada creación.
Y si el Padre, en amor, envió a Jesús a morir por cada uno de nosotros (el que dice la verdad y el mentiroso, el honesto y el que roba, el que trae paz y el contencioso), nos corresponde mostrar ese amor de igual forma a nuestro prójimo. No suena sencillo, pero cuando comprendemos el amor de Dios para con nosotros podemos entender que él aborrece lo errado que puede existir en cada uno de nosotros, pero nos ama y desea enseñarnos a vivir para bendición. Exactamente espera Dios que hagamos, que sintamos la necesidad que hay en los corazones de los hombres, le mostremos quien puede llenar ese vacío y que nuestras vidas hablen de su amor.
1 Juan 4:16
Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios y Dios en él.
El AMOR es Dios, su gran expresión fue, es y será, entregar la vida de su hijo, Jesús, para que tuviésemos vida eterna. Cuando ese amor es experimentado en familia, además de tocar a sus miembros, tocar a la sociedad; ayudando así a la transformación de la tierra y a la renovación del mundo, de la creación y de toda la humanidad. Las familias fueron su diseño para que a través de ellas se ejecutara su plan eterno, él nos entregó todo lo necesario para ser sus colaboradores y que fuese hecha su voluntad en cada lugar y en cada vida.
Juan 3:16
Porque tanto amo Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda.
Amemos a nuestros hijos responsablemente, con el compromiso de dejar un legado en sus vidas. Dediquemos nuestro tiempo, escuchemos lo que tienen que decirnos, expresemos nuestro amor con besos, abrazos, caricias y detalles. Seamos un ejemplo a seguir, como esposos y esposas, como padres y madres, como hijos e hijas, en el oficio o profesión que ejercemos, como ciudadanos en nuestra comunidad. Que puedan experimentar en casa que como familia amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De forma que cuando les corresponda formar su propia familia el legado que cargan los dirija a edificar en amor y trascienda generaciones.
Por: Damaris Pérez López