Más que agradecida de Dios por mi familia
Por: Damaris Pérez López
Como familias debemos cultivar el valor de la gratitud y hacer memoria de cada detalle en que Dios nos ha demostrado Sus bondades. Gratitud es un sentimiento que surge tras reconocer que se ha recibido un beneficio determinado por parte de alguien. Una vez se percibe tal provecho surge el anhelo por manifestar el agradecimiento que se siente, con alguna atención, obsequio, comentario o gesto. Piense en algunos motivos por los que su familia debe estar agradecida de Dios.
Podemos estar agradecidos por la vida, por la salud, por el alimento, por tener vestido y techo, por el cuidado que recibimos mientras crecíamos, por cada familiar y amigo que ha pasado tiempo con nosotros, por cada regalo sonrisa y abrazo que nos han entregado, por la naturaleza, entre otras cosas. Doy gracias a Dios por mi familia, por mi esposo por 18 años, a quien separó y guardó para mi, para que juntos formásemos un hogar. Doy gracias a Dios por mis hijos y por cada proceso de enseñanza durante cada uno de los embarazos. Cada uno de mis hijos es un memorial de la fidelidad y bondad de Dios.
En julio 2005, recibí la noticia de que estaba embarazada y la alegría se vio empañada por un aborto espontáneo a los pocos días. Aunque fue un proceso de perdida y dolor, Dios habló a mi vida y me llenó de Su fortaleza. Estoy convencida de que conoceré a ese hijo(a) en la eternidad y que más allá de una vida que dejó de ser, su vida es.
Salmos 128:3
«Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.»
A menos de seis meses Dios nos sorprendió nuevamente con un segundo embarazo. Los síntomas de aborto no se hicieron esperar y a los cuatro meses tuve que ser intervenida, como medida preventiva me realizaron un cerclaje uterino. Las instrucciones fueron permanecer acostada por el resto del embarazo. No fue un proceso fácil, pero decidí creer día a día que en breve tendría a mi hija en mis brazos. Gracias a Dios tuve un embarazo a término y un parto excelente. Al paso de dos años (2008), un tercer embarazo, esta vez me harían el cerclaje preventivamente, pero no tendría que estar confinada a una cama. Tras llevar un embarazo tranquilo por algunos meses, los resultados de unas pruebas (AFP) de rigor, señalaban la probabilidad de que mi hijo no estuviese del todo bien. Ese día no puedo negar que me estremecí, pero mi esposo me confrontó y me preguntó en quien creíamos. Semanas más tarde me hicieron un sonograma especializado y todo se veía en orden, en ese momento di gracias a Dios una vez más por su fidelidad.
En septiembre 2014, mi hija me comentó que había soñado que yo estaba embarazada, hice como Sarah, me reí. Le conté a mi esposo lo que la niña me había dicho, al cabo de dos a tres semanas lo que tomé como un chiste estaba confirmado. Dios habló a través de ese sueño a mi hija para que me hiciera el anuncio. Una gran sorpresa, un regalo de alegría para todos estaba en mi vientre. Los primeros dos meses de este cuarto embarazo fueron difíciles, me hicieron nuevamente el procedimiento preventivo de coser el cuello de mi matriz. Le decía constantemente a Dios: «tu me sorprendiste con la bendición de que seré madre nuevamente y tu preservarás la vida de esta pequeñita». Nuevamente los resultados de las pruebas eran inciertos, solo que esta vez no di lugar a que perturbaran mi mente. Los resultados de este tipo de pruebas (AFP) son solo probabilidades, por lo que se me refirio nuevamente el sonograma especializado. El sonograma no mostraba nada que confirmara un diagnóstico y estaba segura de que mi hija estaba sana. Aunque tuve un parto natural y la niña nacio saludable; cuando ya nos iban a dar de alta su bilirubina subió y tuvimos que permanecer dos días más en el hospital.
Sentí frustración y coraje de que siempre se tuviese que presentar algo, pero cada prueba nos enseña y hace crecer. Como mi hija estaba recibiendo fototerapia, tenía que ir a alimentarla a la sala de bebes, mientras la amamantaba, oraba al Señor y le pedía que ella no sintiera abandono (había estado conmigo en el mismo cuarto las primeras 48 horas), que sintiera Su presencia y que enviara ángeles a su alrededor. El hospital promueve que los bebes estén con sus madres, por lo que solo estaba mi niña y un varoncito en la sala de bebes. Ese bebe se quejaba, lloraba, me partía el corazón; así que oraba por mi hija y por él para que sintieran el cuidado de Dios para con sus vidas. Le pregunté a una enfermera que era lo que tenía, porque lloraba como si le doliera algo y me dijo que la mamá tenía chikungunya al momento del parto y que aparentemente el bebé también presentaba síntomas de la enfermedad. Al día siguiente tuvieron que trasladarlo a otro hospital y continuo en mis oraciones.
Aunque mi frustración y enojo no eran con Dios, le pedí perdón, ya que en ocasiones pensamos solo en nosotros y en ese momento entendí que aun en medio de mi situación Dios permitió que pudiese interceder por ese niño. Tal vez mi coraje se debió a como el Pediatra me notificó lo que pasaba con mi hija y hasta cierto punto que fuese alarmante en su forma de informar. Hace unas semanas, luego de toparme con un artículo que alertaba de como al sobrepasar de ciertos niveles (la bilirubina) puede provocar perlesía cerebral, tuve que agradecer a Dios por ese Doctor. Un hombre ya anciano, de mucha experiencia, tal vez un poco brusco en su trato, pero que solo se preocupaba por el bienestar de mi niña y no quería correr riesgo alguno. Y sobre todo, fue el que Dios permitió que estuviese al cuidado de mi hija.
1 Tesalonicenses 5:18
«Den gracias a Dios en todo,
porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.»
Dios tiene control de nuestras vidas y cada cosa que permite que ocurra en ella obra para bien. El tiene cuidado de mi matrimonio y de mis hijos, los veo crecer y me maravillo de lo que Dios hizo, son un recordatorio viviente de Sus bondades. Dios me hizo fértil, clinicamente hablando no pudieron probar que tenía incompetencia del cuello de mi matriz, aun así me sometieron a un procedimiento que de la misma forma que podía ayudar a que no ocurriese un aborto, tenía sus riesgos, pero Dios habló vida sobre mi vientre. Cuando pensé estar realizada como madre, me retribuyó y hoy gozo de una chiquita de 6 meses. Los hijos son la extensión de nuestras vidas, a través de ellos trasciende un legado generacional.
Salmos 127:3
«He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.»
Recordemos que la gratitud también implica que seamos responsables con cada una de las cosas que nos ha sido entregada por Dios. Nos fue dado el privilegio de ser padres y tenemos la responsabilidad de formar a nuestros hijos y llevarlos a alcanzar una relación con Dios, para que todo les vaya bien. Es importante que le contemos lo que Dios ha hecho en nuestro hogar y que desde el vientre tuvo cuidado de ellos.
Salmos 139:16
«Con tus propios ojos viste mi embrión;
todos los días de mi vida ya estaban en tu libro;
antes de que me formaras, los anotaste,
y no faltó uno solo de ellos.»
Cada uno de nosotros ha recibido dadivas de Dios, hagamos memoria diariamente de todo lo que hace Dios por nuestras familias.
Salmos 103:2
«Bendice, alma mía, a Jehová,
y no olvides ninguno de Sus beneficios.»
Te invitamos a que, brevemente, escribas y compartas una historia de gratitud
con nosotros que será de testimonio a muchos otros de la fidelidad de Dios.
El material educativo y los recursos son desarrollados por el equipo de Encuentro de Familia y su afiliada Visión Encuentro.
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Por: Damaris Pérez López
Como familias debemos cultivar el valor de la gratitud y hacer memoria de cada detalle en que Dios nos ha demostrado Sus bondades. Gratitud es un sentimiento que surge tras reconocer que se ha recibido un beneficio determinado por parte de alguien. Una vez se percibe tal provecho surge el anhelo por manifestar el agradecimiento que se siente, con alguna atención, obsequio, comentario o gesto. Piense en algunos motivos por los que su familia debe estar agradecida de Dios.
Podemos estar agradecidos por la vida, por la salud, por el alimento, por tener vestido y techo, por el cuidado que recibimos mientras crecíamos, por cada familiar y amigo que ha pasado tiempo con nosotros, por cada regalo sonrisa y abrazo que nos han entregado, por la naturaleza, entre otras cosas. Doy gracias a Dios por mi familia, por mi esposo por 18 años, a quien separó y guardó para mi, para que juntos formásemos un hogar. Doy gracias a Dios por mis hijos y por cada proceso de enseñanza durante cada uno de los embarazos. Cada uno de mis hijos es un memorial de la fidelidad y bondad de Dios.
En julio 2005, recibí la noticia de que estaba embarazada y la alegría se vio empañada por un aborto espontáneo a los pocos días. Aunque fue un proceso de perdida y dolor, Dios habló a mi vida y me llenó de Su fortaleza. Estoy convencida de que conoceré a ese hijo(a) en la eternidad y que más allá de una vida que dejó de ser, su vida es.
Salmos 128:3
«Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.»
A menos de seis meses Dios nos sorprendió nuevamente con un segundo embarazo. Los síntomas de aborto no se hicieron esperar y a los cuatro meses tuve que ser intervenida, como medida preventiva me realizaron un cerclaje uterino. Las instrucciones fueron permanecer acostada por el resto del embarazo. No fue un proceso fácil, pero decidí creer día a día que en breve tendría a mi hija en mis brazos. Gracias a Dios tuve un embarazo a término y un parto excelente. Al paso de dos años (2008), un tercer embarazo, esta vez me harían el cerclaje preventivamente, pero no tendría que estar confinada a una cama. Tras llevar un embarazo tranquilo por algunos meses, los resultados de unas pruebas (AFP) de rigor, señalaban la probabilidad de que mi hijo no estuviese del todo bien. Ese día no puedo negar que me estremecí, pero mi esposo me confrontó y me preguntó en quien creíamos. Semanas más tarde me hicieron un sonograma especializado y todo se veía en orden, en ese momento di gracias a Dios una vez más por su fidelidad.
En septiembre 2014, mi hija me comentó que había soñado que yo estaba embarazada, hice como Sarah, me reí. Le conté a mi esposo lo que la niña me había dicho, al cabo de dos a tres semanas lo que tomé como un chiste estaba confirmado. Dios habló a través de ese sueño a mi hija para que me hiciera el anuncio. Una gran sorpresa, un regalo de alegría para todos estaba en mi vientre. Los primeros dos meses de este cuarto embarazo fueron difíciles, me hicieron nuevamente el procedimiento preventivo de coser el cuello de mi matriz. Le decía constantemente a Dios: «tu me sorprendiste con la bendición de que seré madre nuevamente y tu preservarás la vida de esta pequeñita». Nuevamente los resultados de las pruebas eran inciertos, solo que esta vez no di lugar a que perturbaran mi mente. Los resultados de este tipo de pruebas (AFP) son solo probabilidades, por lo que se me refirio nuevamente el sonograma especializado. El sonograma no mostraba nada que confirmara un diagnóstico y estaba segura de que mi hija estaba sana. Aunque tuve un parto natural y la niña nacio saludable; cuando ya nos iban a dar de alta su bilirubina subió y tuvimos que permanecer dos días más en el hospital.
Sentí frustración y coraje de que siempre se tuviese que presentar algo, pero cada prueba nos enseña y hace crecer. Como mi hija estaba recibiendo fototerapia, tenía que ir a alimentarla a la sala de bebes, mientras la amamantaba, oraba al Señor y le pedía que ella no sintiera abandono (había estado conmigo en el mismo cuarto las primeras 48 horas), que sintiera Su presencia y que enviara ángeles a su alrededor. El hospital promueve que los bebes estén con sus madres, por lo que solo estaba mi niña y un varoncito en la sala de bebes. Ese bebe se quejaba, lloraba, me partía el corazón; así que oraba por mi hija y por él para que sintieran el cuidado de Dios para con sus vidas. Le pregunté a una enfermera que era lo que tenía, porque lloraba como si le doliera algo y me dijo que la mamá tenía chikungunya al momento del parto y que aparentemente el bebé también presentaba síntomas de la enfermedad. Al día siguiente tuvieron que trasladarlo a otro hospital y continuo en mis oraciones.
Aunque mi frustración y enojo no eran con Dios, le pedí perdón, ya que en ocasiones pensamos solo en nosotros y en ese momento entendí que aun en medio de mi situación Dios permitió que pudiese interceder por ese niño. Tal vez mi coraje se debió a como el Pediatra me notificó lo que pasaba con mi hija y hasta cierto punto que fuese alarmante en su forma de informar. Hace unas semanas, luego de toparme con un artículo que alertaba de como al sobrepasar de ciertos niveles (la bilirubina) puede provocar perlesía cerebral, tuve que agradecer a Dios por ese Doctor. Un hombre ya anciano, de mucha experiencia, tal vez un poco brusco en su trato, pero que solo se preocupaba por el bienestar de mi niña y no quería correr riesgo alguno. Y sobre todo, fue el que Dios permitió que estuviese al cuidado de mi hija.
1 Tesalonicenses 5:18
«Den gracias a Dios en todo,
porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.»
Dios tiene control de nuestras vidas y cada cosa que permite que ocurra en ella obra para bien. El tiene cuidado de mi matrimonio y de mis hijos, los veo crecer y me maravillo de lo que Dios hizo, son un recordatorio viviente de Sus bondades. Dios me hizo fértil, clinicamente hablando no pudieron probar que tenía incompetencia del cuello de mi matriz, aun así me sometieron a un procedimiento que de la misma forma que podía ayudar a que no ocurriese un aborto, tenía sus riesgos, pero Dios habló vida sobre mi vientre. Cuando pensé estar realizada como madre, me retribuyó y hoy gozo de una chiquita de 6 meses. Los hijos son la extensión de nuestras vidas, a través de ellos trasciende un legado generacional.
Salmos 127:3
«He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.»
Recordemos que la gratitud también implica que seamos responsables con cada una de las cosas que nos ha sido entregada por Dios. Nos fue dado el privilegio de ser padres y tenemos la responsabilidad de formar a nuestros hijos y llevarlos a alcanzar una relación con Dios, para que todo les vaya bien. Es importante que le contemos lo que Dios ha hecho en nuestro hogar y que desde el vientre tuvo cuidado de ellos.
Salmos 139:16
«Con tus propios ojos viste mi embrión;
todos los días de mi vida ya estaban en tu libro;
antes de que me formaras, los anotaste,
y no faltó uno solo de ellos.»
Cada uno de nosotros ha recibido dadivas de Dios, hagamos memoria diariamente de todo lo que hace Dios por nuestras familias.
Salmos 103:2
«Bendice, alma mía, a Jehová,
y no olvides ninguno de Sus beneficios.»
Te invitamos a que, brevemente, escribas y compartas una historia de gratitud
con nosotros que será de testimonio a muchos otros de la fidelidad de Dios.
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