Mi seguridad, una garantía Eterna
Por: Damaris Pérez López
Cuando medito en el término seguridad, puedo pensar en una especie de garantía. Una garantía es algo que protege y asegura determinada cosa, usualmente expresada en una especie de contrato que estipula una serie de términos o compromisos entre las partes. Esto es así para que en caso de ser necesario se pueda realizar un reclamo válido y pueda adjudicarse justicia a la parte que lo exige. Toda garantía brinda seguridad, en ocasiones por un determinado período de tiempo, mientras que en otras puede extenderse de por vida. Aquel que ofrece la misma conoce bien aquello que respalda, por lo que dispone su estabilidad, su capital, sus posesiones y las dispone en caso de ser necesario a beneficio de otro.
Viéndolo de este modo, la seguridad es la garantíaque tienen las personas de estar libres de todo daño, amenaza, peligro o riesgo. Como individuos y familias tenemos la necesidad de sentirnos protegidos contra todo aquello que pueda perturbar o atentar contra nuestra integridad individual y colectiva.
Como sociedad post-moderna contamos con ciertas garantías que nuestros antepasados no tuvieron. Gran parte de la población mundial posee agua potable que llega a nuestros hogares por un sistema de acueductos, con lugares para comprar víveres y alimentos de forma segura, con tecnología y adelantos en la ciencia, que incluyen tratamientos médicos, con sistemas de respuesta ante emergencias y en caso de no poder trabajar, asistencia social. Todas estas cosas hacen que exista un entorno controlado y de aparente seguridad para nuestras vidas, familias y sociedades; pero dichas garantías poseen un término de vigencia temporal.
Nuestra esperanza no se encuentra en ideas o cosas. Aunque podamos recurrir a todos ellos en busca de ayuda temporal, nuestra garantía de seguridad descansa en la presencia fiel y amable del Señor para con nosotros. Es importante tener claro que nuestra esperanza no se encuentra en nuestra resiliencia o ingenio. Mientras no nos enfrentamos a situaciones inesperadas, damos por hecho las garantías temporales que nos ofrecen los sistemas. Ese piso falso e inestable de paradigmas humanos y temporales, llegado su momento, comienza a estremecerse con fuerza para sacudirnos y que nos sea necesario pararnos firmes y sujetarnos realmente de lo inconmovible. Toda situación inesperada nos hace ver la necesidad retrospectiva de estar preparados. De la misma forma que podemos prepararnos en lo natural con provisiones que nos sustenten, resultará más importante prepararnos espiritualmente para, en el momento de prueba, confiar en la protección y el sustento del Padre en nuestras vidas y hogares.
Tenemos una responsabilidad individual, con nuestras familias y para con nuestra comunidad o sociedad, por lo que debemos prepararnos en lo natural y espiritual para el día malo. Al momento que surge lo inesperado, pueden aflorar pensamientos de confusión y vulnerabilidad, pero cuando ese piso se mueva te aferrarás a la garantía que trasciende los tiempos. Recuerda que el garantizador conoce Su estabilidad, Su capital, Sus posesiones y las pone a tu disposición como Herencia Eterna. En todo tiempo debemos tener memoria de sus promesas. Dios es la única garantía que se excede de nuestras expectativas. Él conoce cada cosa que hemos de enfrentar en nuestras vidas y nos entrega todo lo que necesitamos para sentirnos seguros, protegidos y provistos. Dos promesas que debemos recordar siempre:
“He aquí Yo estoy con vosotros todos los días.” - Mateo 28:20,
“No te dejaré, ni te abandonaré.” - Josué 1:5
Cada vez que nos enfrentamos a un tiempo nuevo, difícil o abrumador, Dios nos trae a memoria sus promesas. Recuerda siempre, Dios te ha convertido en el lugar donde habita y en la fidelidad de Su gracia, nunca se alejará de ti.
Términos de la garantía: gracia y obediencia. Obedecer ciertas instrucciones establecidas trae prevención de riesgos y asegura el buen funcionamiento de alguna cosa. Al hablar de seguridad se hace referencia a las condiciones en las que se desarrolla una actividad o la forma correcta de hacer algo. Un ejemplo de esto sería el cinturón de seguridad del automóvil. Este dispositivo o correa fue creado para mantener al individuo dentro de su vehículo en caso de un accidente de tránsito. Se considera un método que proporciona cierta garantía para la preservación de vidas. Un accidente sucede de forma inesperada, pero contamos con la herramienta para protección y seguridad de nuestra vida. Si tenemos el acceso a dicha herramienta, pero decidimos que es innecesaria, la decisión de no usarla puede provocar destrucción. Sin embargo, cuando decidimos confiar en que su uso es indispensable, en que la obediencia a la ley que requiere su uso es para protección a nuestra vida, estaremos seguros. Aun este ejemplo queda corto para explicar la seguridad que proporciona que Dios sea el centro de nuestras vidas. Las cosas, las personas y los recursos son inconsistentes y vulnerables; nada, ni nadie será capaz de garantizarte la seguridad que necesitas como Él.
La palabra de Dios nos muestra innumerables instrucciones que cuando las obedecemos y hacemos parte de nuestro caminar, nos dan acceso a Su seguridad, protección y sustento. Él nos extendió su gracia y por amor debemos entregarle una vida en obediencia. Sus promesas se hacen accesibles, palpables o verdaderas en nosotros cuando nuestras actitudes y acciones son correspondientes a las de un Hijo de Dios. Hemos sido escogidos por el mismo Dios que sacó a su pueblo de Egipto, que los alimentó en el desierto, que no permitió que se desgastaran sus ropas, que los guardó de todo peligro en el desierto, que los defendió de todos sus enemigos y los introdujo a la tierra de la promesa. Nos protege, nos ama y debemos tener la certeza de que estamos seguros en Él. Dios es poderoso e invencible. No importa la situación que experimentemos, debemos reconocer que fuera de Él no hay otro. Es esa relación de compromiso entre Dios y nosotros; ese binomio de gracia-obediencia que garantiza nuestra seguridad.
Cuando tenemos a Dios lo tenemos todo, pero si crees tenerlo todo y no lo tienes a Él, no tienes nada. Solo en Él está la vida y solo de Él proviene la salvación. Resulta suficiente escuchar Su voz que nos susurra al oído que está en control y que no hay nada por lo cual debemos angustiarnos. Él es nuestro descanso y quien renueva nuestras fuerzas. Creer en sus promesas nos brinda la seguridad y confianza de que todo estará bien, nos hace ver más allá de lo que nuestros ojos humanos ven, nos hace confiar más allá de lo que nuestra mente quiere hacernos pensar. Cuando Jesús es el dueño de nuestras vidas, contamos con un Padre amoroso, misericordioso y todopoderoso; que está presente en medio de cualquier circunstancia o momento, pues fue quien determinó nuestros tiempos y cada temporada está dentro
de Su Propósito Eterno. La garantía Eterna
“No temas porque yo estoy contigo; no desmayes,
porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia” - Isaías 41:10
Viéndolo de este modo, la seguridad es la garantíaque tienen las personas de estar libres de todo daño, amenaza, peligro o riesgo. Como individuos y familias tenemos la necesidad de sentirnos protegidos contra todo aquello que pueda perturbar o atentar contra nuestra integridad individual y colectiva.
Como sociedad post-moderna contamos con ciertas garantías que nuestros antepasados no tuvieron. Gran parte de la población mundial posee agua potable que llega a nuestros hogares por un sistema de acueductos, con lugares para comprar víveres y alimentos de forma segura, con tecnología y adelantos en la ciencia, que incluyen tratamientos médicos, con sistemas de respuesta ante emergencias y en caso de no poder trabajar, asistencia social. Todas estas cosas hacen que exista un entorno controlado y de aparente seguridad para nuestras vidas, familias y sociedades; pero dichas garantías poseen un término de vigencia temporal.
Nuestra esperanza no se encuentra en ideas o cosas. Aunque podamos recurrir a todos ellos en busca de ayuda temporal, nuestra garantía de seguridad descansa en la presencia fiel y amable del Señor para con nosotros. Es importante tener claro que nuestra esperanza no se encuentra en nuestra resiliencia o ingenio. Mientras no nos enfrentamos a situaciones inesperadas, damos por hecho las garantías temporales que nos ofrecen los sistemas. Ese piso falso e inestable de paradigmas humanos y temporales, llegado su momento, comienza a estremecerse con fuerza para sacudirnos y que nos sea necesario pararnos firmes y sujetarnos realmente de lo inconmovible. Toda situación inesperada nos hace ver la necesidad retrospectiva de estar preparados. De la misma forma que podemos prepararnos en lo natural con provisiones que nos sustenten, resultará más importante prepararnos espiritualmente para, en el momento de prueba, confiar en la protección y el sustento del Padre en nuestras vidas y hogares.
Tenemos una responsabilidad individual, con nuestras familias y para con nuestra comunidad o sociedad, por lo que debemos prepararnos en lo natural y espiritual para el día malo. Al momento que surge lo inesperado, pueden aflorar pensamientos de confusión y vulnerabilidad, pero cuando ese piso se mueva te aferrarás a la garantía que trasciende los tiempos. Recuerda que el garantizador conoce Su estabilidad, Su capital, Sus posesiones y las pone a tu disposición como Herencia Eterna. En todo tiempo debemos tener memoria de sus promesas. Dios es la única garantía que se excede de nuestras expectativas. Él conoce cada cosa que hemos de enfrentar en nuestras vidas y nos entrega todo lo que necesitamos para sentirnos seguros, protegidos y provistos. Dos promesas que debemos recordar siempre:
“He aquí Yo estoy con vosotros todos los días.” - Mateo 28:20,
“No te dejaré, ni te abandonaré.” - Josué 1:5
Cada vez que nos enfrentamos a un tiempo nuevo, difícil o abrumador, Dios nos trae a memoria sus promesas. Recuerda siempre, Dios te ha convertido en el lugar donde habita y en la fidelidad de Su gracia, nunca se alejará de ti.
Términos de la garantía: gracia y obediencia. Obedecer ciertas instrucciones establecidas trae prevención de riesgos y asegura el buen funcionamiento de alguna cosa. Al hablar de seguridad se hace referencia a las condiciones en las que se desarrolla una actividad o la forma correcta de hacer algo. Un ejemplo de esto sería el cinturón de seguridad del automóvil. Este dispositivo o correa fue creado para mantener al individuo dentro de su vehículo en caso de un accidente de tránsito. Se considera un método que proporciona cierta garantía para la preservación de vidas. Un accidente sucede de forma inesperada, pero contamos con la herramienta para protección y seguridad de nuestra vida. Si tenemos el acceso a dicha herramienta, pero decidimos que es innecesaria, la decisión de no usarla puede provocar destrucción. Sin embargo, cuando decidimos confiar en que su uso es indispensable, en que la obediencia a la ley que requiere su uso es para protección a nuestra vida, estaremos seguros. Aun este ejemplo queda corto para explicar la seguridad que proporciona que Dios sea el centro de nuestras vidas. Las cosas, las personas y los recursos son inconsistentes y vulnerables; nada, ni nadie será capaz de garantizarte la seguridad que necesitas como Él.
La palabra de Dios nos muestra innumerables instrucciones que cuando las obedecemos y hacemos parte de nuestro caminar, nos dan acceso a Su seguridad, protección y sustento. Él nos extendió su gracia y por amor debemos entregarle una vida en obediencia. Sus promesas se hacen accesibles, palpables o verdaderas en nosotros cuando nuestras actitudes y acciones son correspondientes a las de un Hijo de Dios. Hemos sido escogidos por el mismo Dios que sacó a su pueblo de Egipto, que los alimentó en el desierto, que no permitió que se desgastaran sus ropas, que los guardó de todo peligro en el desierto, que los defendió de todos sus enemigos y los introdujo a la tierra de la promesa. Nos protege, nos ama y debemos tener la certeza de que estamos seguros en Él. Dios es poderoso e invencible. No importa la situación que experimentemos, debemos reconocer que fuera de Él no hay otro. Es esa relación de compromiso entre Dios y nosotros; ese binomio de gracia-obediencia que garantiza nuestra seguridad.
Cuando tenemos a Dios lo tenemos todo, pero si crees tenerlo todo y no lo tienes a Él, no tienes nada. Solo en Él está la vida y solo de Él proviene la salvación. Resulta suficiente escuchar Su voz que nos susurra al oído que está en control y que no hay nada por lo cual debemos angustiarnos. Él es nuestro descanso y quien renueva nuestras fuerzas. Creer en sus promesas nos brinda la seguridad y confianza de que todo estará bien, nos hace ver más allá de lo que nuestros ojos humanos ven, nos hace confiar más allá de lo que nuestra mente quiere hacernos pensar. Cuando Jesús es el dueño de nuestras vidas, contamos con un Padre amoroso, misericordioso y todopoderoso; que está presente en medio de cualquier circunstancia o momento, pues fue quien determinó nuestros tiempos y cada temporada está dentro
de Su Propósito Eterno. La garantía Eterna
“No temas porque yo estoy contigo; no desmayes,
porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré; siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia” - Isaías 41:10